Visitantes

miércoles, 14 de diciembre de 2011

ESTILO DE LIDERAZGO 4. A propósito de la figura del líder.



También las labores de los entrenadores de fútbol van más allá de una esquema de juego, ya que su labor sicológica hacia sus dirigidos es muy importante para cada uno de los futbolistas pues las competencias desgastan en el aspecto anímico; es muy importante también saber explotar las virtudes y aminorar los defectos de sus dirigidos, como también saber vulnerar las carencias de los rivales. Es por eso que su labor cubre el hecho de observar a sus rivales de turno y generar técnicas para llevarlas a cabo en los respectivos partidos.
Muchas palabras han sido dichas y escritas, afortunadamente, sobre el liderazgo que
ejercen determinadas personas al desarrollar esta función en sus respectivos trabajos. El Diccionario de la Lengua Española, editado por la Real Academia española, define el LIDERAZGO, como "Situación de superioridad en que se halla una empresa, un producto, o un sector económico, dentro de su ámbito". Define el LIDERATO como "condición de líder" o "ejercicio de sus actividades". Y define al LIDER como la "persona a la que un grupo sigue reconociéndola como jefe u orientadora". Ya contamos, al menos con una aproximación al título que encabeza este artículo.

Otros significados de la palabra LIDER, recogidos de los distintos diccionarios de carácter general, sobre términos sinónimos, nos hablan de "jefe, cabecilla, dirigente, guía, conductor, superior, director, responsable, mentor, autoridad o mandatario". Es otra fórmula para valorar lo que significa la función de un entrenador de fútbol, sin entrar, por supuesto, en otro tipo de disquisiciones sobre las que necesariamente tendremos que insistir a lo largo de este trabajo –el primero de una serie sobre este tema-, y de los que le sigan.

El término LIDER se encuentra, y por cierto muy a gusto- en aquellos diccionarios cuya atención se centra, monográficamente, en parcelas científicas del saber, como por ejemplo, las que se refieren a la Sicología, a la Sociología, a la Pedagogía o al mundo empresarial.

De todos ellos aprendemos perspectivas nuevas desde donde contemplar el fenómeno humano del liderazgo, aplicaciones concretas de su ejercicio cotidiano, y contenidos, muchas veces, coincidentes. Es lógico que sea así, porque al pensar en clave humana, que no descarta consideraciones tan acertadas como las de la eficacia, las del respeto, las de la comunicación, o las de la influencia sobre los demás, las definiciones se aprovechan mutuamente de sus respectivos hallazgos.

El LIDER, cualquiera que sea su género, es una persona comprometida con otras personas. Su responsabilidad, al menos considerada en abstracto, reviste las mismas características allí donde ejerza su autoridad o su ascendiente. Ciertamente, unas y otras fuentes lingüísticas, que se ocupan de este término, acentuarán un perfil sobre otro a la hora de esclarecer su relevancia en un determinado campo de la vida. Pero si sumamos, o cotejamos, las diferencias, que desde luego las hay, no creemos que incurramos en ninguna aberración si afirmamos que la figura del LIDER, estudiada y enriquecida por muy diversos pensadores, está admitida, incluso cada vez más solicitada, por nuestros contemporáneos.

Las discusiones nacen de la valoración, o mejor dicho, de la dificultad de llevar a buen término la práctica de ese liderazgo. Son los casos concretos los que dificultan o propician la categoría de un LIDER. Es ese día a día de su permanente estar preocupado por que los demás acepten lo que él les propone, lo que le va a reivindicar como última o superior referencia del grupo. Ahí, en esa alternativa del sí o del no, es donde se evidenciarán las formas más eficaces que presiden la dirección de los otros. Y al usar esta palabra, "dirección", desechamos sus posibles connotaciones peyorativas tales como dictadura, poderío, autoritarismo, intransigencia, abuso o hegemonía, entre otras, que deterioran la imagen de lo que aquí entendemos por el liderazgo de un entrenador de fútbol.

Hablamos como es lógico, de un grupo humano, es decir, de un equipo de fútbol, que ostenta una serie de peculiaridades tan tipificadas como divergentes de las que se asignan a otras agrupaciones humanas, incluso de las que se configuran bajo las señas de identidad del club al que pertenece ese equipo.

La vida de un equipo de fútbol participa, eso sí, de los criterios que alientan la estructura de su club. Pero el equipo, como tal, goza –debería ser así-, de una autonomía, que en absoluto tendría que vivir condicionada al liderazgo, por ejemplo, de su presidente, cuyas imposiciones, pongamos por caso, en materia técnico- deportiva, anularan la independencia del entrenador como LIDER de su equipo.

Dejemos claro, desde un principio, que los "distintos liderazgos" que se dan en el seno de un club, por ejemplo, en el terreno médico, administrativo- gerencial, económico, deberían respetarse y actuar coordinadamente. Porque incluso el liderazgo que surge dentro del equipo, por lo que se refiere a sus jugadores, tendría que ser tenido en cuenta para no romper la unión de acción deportiva, origen y término indispensables de la eficacia posterior de ese equipo.

En consecuencia de todo lo dicho, mientras hablemos de fútbol reconozcamos que podríamos hablar de "varios liderazgos", pero que nos interesa destacar el que se asocia a la vida del entrenador. Bien entendido que en torno a este liderazgo acudiremos, a modo de citas aclaratorias, a otros dos tipos de liderazgo, al del presidente del club y al de algunos jugadores que lo demuestran en el terreno de juego o en el vestuario.

El liderazgo se identifica, o se reconoce, como una de las parcelas que tienen que ver con la dimensión humana de la persona que se responsabilice de un equipo, cualquiera que fuera su género –equipo de mujeres o de hombres-, su edad –equipo de juveniles o de profesionales-, su exigencia competitiva –equipo integrado en las distintas categorías federativas, o sus disponibilidades económicas.


Ser LIDER, y actuar como tal, revela una determinada personalidad que no siempre coincide con el prestigio o la sabiduría de unos acendrados conocimientos tácticos o técnicos.

En las Escuelas de Entrenadores se ofrecen muchas y muy oportunas lecciones sobre cómo ejercer, deportivamente hablando, la dirección de un equipo. Pero toda esa carga lectiva no puede crear –digo crear, no desarrollar-, la categoría de un liderazgo humano. Entre los especialistas, entre ellos los psicólogos, los pedagogos, los sociólogos, se mantiene vivo un debate acerca de si el hecho de ser un LIDER está relacionado con el nacimiento o con su formación posterior ¿El LIDER nace o se hace?

Como en cualquier otra propuesta, si está basada en el rigor científico, son válidas todas las opciones y respetuosamente desde aquí las aceptamos. Mi intención, al escribir este artículo, no se encamina por estos derroteros, de ahí que deje sin contestar, mi preferencia por uno de los dos extremos de la discusión. Eso sí, a modo de sugerencia, soy de los que creen que algo nace en esa persona que luego va a convertirse en un LIDER, y que ese algo genético tendrá que formarse, vivificarse, madurar, a lo largo de su ejercicio profesional.



No hay comentarios:

Publicar un comentario