Se ha descubierto que desde la época precolombina existían en el
territorio de América distintas prácticas deportivas, estrechamente ligadas a
los oficios religiosos unas; otras más unidas a las condiciones materiales de
vida y a las exigencias de destreza física que ellas imponían al hombre, entre
que las que la caza y las prácticas guerreras resultaban las más
importantes.
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En sus orígenes era cruento, pero con el tiempo
fue evolucionando, y se convirtió en un deporte lúdico de equipos que se
enfrentan. En la antigüedad (se supone que se comenzó a practicar alrededor del
3.500 antes de Cristo) se realizaba con un sentido ritual y religioso y los
perdedores eran decapitados, pues el juego servía para conocer el designio de
los dioses.
La denominación de este juego varía de acuerdo
con la lengua aborigen que lo nombra: en nahuatl es tlachtli; en zapoteca es
teladzi y en maya es pok-ta-pok. Los campos de juego se construían cercanos a
los templos, y los arqueólogos han investigado construcciones de campos de
juego ya en el 1500 antes de Cristo. Uno de los más importantes y conservado es
el que construyeron los mayas en Chichén-Itzá. Consistía en una superficie
rectangular limitada por muros verticales, y en el centro los jugadores
colocaban un aro de piedra por el que se intentaba introducir la pelota. Ésta
se fabricaba de goma o látex que extraían de distintos árboles, y era de unos
12 centímetros de diámetro.
Los equipos -según grabados encontrados-
variaban entre dos, cuatro, cinco o seis integrantes. A veces lucían atavíos
majestuosos, Otras veces usaban taparrabos, con cinturones de cuero, y
protectores en las piernas. Quien lograba introducir la pelota por el anillo
central, ganaba inmediatamente el juego. Pero a la vez se puntuaba por los
toques y rebotes de la pelota en las partes no autorizadas del cuerpo del
adversario, por lo que se debían proteger muslos, caderas, rodillas. Se jugaba
usando un guante. El juego fue prohibido por los conquistadores españoles
porque exaltaba las divinidades indígenas.
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