Una de las mejores sesiones de
entrenamiento que hemos diseñado, en donde buscábamos varios objetivos y que
fue fruto de la imaginación adaptándolo al medio y a las circunstancias, fue el
diseño de el “Futbol Tenis Callejero”.
Nació como pudo nacer cualquier juego
infantil, de los que sobre todo, abundaban en otros tiempos. Una época en la
que los medios en casa y en la calle eran escasos y el discurrir para correr
detrás de una pelota, era el reto del día a día en cada barriada.
Hace ya algunas temporadas, nos encontrábamos
en sesiones de entrenamiento del día después de competición (trabajo
regenerativo), donde nos planteábamos darle al jugador un poco de oxigeno físico
y mental tras el esfuerzo del partido.
En dicha sesión nos citábamos en los
vestuarios de Palacio de Deportes de Gijón para desarrollar el
entrenamiento con el objetivo comentado. El entorno era incomparable para poder
aprovechar al máximo la sesión: el parque de Isabel la Católica, el Parque Hnos. Castro y la playa de San Lorenzo, marcos incomparables para
poder hacer una carrera regenerativa cómoda disfrutando de paisaje.
Pero, para completar la sesión y buscando
el objetivo real de la sesión, pretendíamos el reencuentro de la pelota para
darle un tratamiento amistoso a la misma. La trataríamos con un juego técnico
para la diversión, entrenamiento de componentes técnicos y sobre todo
recuperación o refuerzo de aspectos cognitivos del grupo.
En esta fase de la sesión, habíamos
diseñado unos hierros para sujetar-tensar la red y unos pivotes de señalización
para delimitar el terreno de juego de un Fútbol Tenis. Su instalación
sería en una de las isletas con césped de los aledaños del Palacio de Deportes.
La diversión, unos de los objetivos
pretendidos, no era del todo completa. Había circulación de vehículos cercanos
a la zona, la iluminación dejaba bastante que desear y la lluvia cuando
aparecía (casi siempre) también limitaba un resultado optimo para lo que planteábamos.
La imaginación siguió creciendo, ya que
disponíamos de una amplia superficie de aparcamiento en los aledaños de El Molinón, terreno de juego de nuestro amado y querido Real Sporting de Gijón. En sus soportales, descubrimos un espacio idóneo para hacer el
entrenamiento perfecto.
Ahora en los bajos de El Molinón
se han diseñado unos locales que dan vida a distintas actividades lúdicas y
comerciales, pero no hace mucho, había paso de vehículos por debajo de las
gradas y en la zona de la acera para los peatones quedaba una zona perfecta
iluminada y guarecida de la lluvia.
Entre dos columnas grandes colocábamos la
red, una cinta de colores y conos con los que delimitábamos las líneas de
fondo, ya que para los laterales, la acera ya hacía sobradamente esa función.
Bien, pues ahí viene lo mejor del tema,
jamás me imaginé que podría ser tan imaginativo-creativo aquel juego.
Mención aparte de los tantos hechos por
buenas combinaciones resultantes del juego para pasar la pelota por encima de
la red haciendo buenos puntos, surgieron una serie de pillerías típicas del
fútbol que fueron floreciendo a través del tiempo, del juego y de la creatividad
de los futbolistas.
Las paredes se aprovechaban
(como el cristal en el pádel) para dar más efecto o cambios de dirección en la
pelota, en el techo había un tramo inclinado (escaleras del
estadio), que si lanzabas el balón hacia arriba para impactar, la bajada era
impredecible en cuanto a fuerza y dirección.
Una jugada sublime, era poder colocar
la bola justo en el borde de la acera (delimitación del campo) para que
dándole justo en el canto saliera fuera valiendo el tanto.
Otra jugada de calidad, era poder darle
a uno de los conos que señalizaban la línea de fondo para que, de este modo,
cambiara también la dirección de la pelota haciendo la recepción complicada.
Pero para mi, la mas imaginativa-creativa,
era en el saque de tanto o en jugada, conectar con una papelera que había dentro de los límites del campo. Menter
la pelota dentro de la misma era ya un punto seguro tremendamente celebrado y
vitoreado, si tocaba sus cantos era ya medio punto debido a su dificultad de
cambio de dirección de la pelota. Además en el saque desde la línea de fondo,si
el lanzador haciá que el bote pegara
justo debajo de la misma, el tanto era casi casi seguro y digo casi, porque
algún cabronazo conseguía levantarla arriba y sacarla jugada.
El aviso “¡cuidado coche!” también estaba presente en la
concentración del juego ya que circulaban vehículos cercanos de vez en cuando,
o también, “¡cuidado gente!”,
que pasaban por la acera paseando, hacían que el juego se interrumpiera momentáneamente.
El silencio se hacía notar por unos breves instantes y las voces y las sonrisas
volvían a retumbar amplificándose en aquel espacio.
Muchas fueron las tardes en las que, tras
apuestas o no de pasteles que pagaba el “perdedor”, todos los que compartíamos aquella
sesión nos sentíamos ganadores fuera cual fuera el resultado del día anterior.
Si habíamos ganado, reforzábamos mucho mas el ambiente de seguridad y
camaradería y si habíamos perdido, servía para evadirnos y acabar el
entrenamiento yéndonos a la ducha reforzados con una sonrisa.
Fueron buenos momentos, momentos que
salen de la imaginación del fútbol amateur. Sin medios, pero aprovechando al
máximo los recursos que disponemos en mayor o menor medida. Dándole cuerpo al “Fútbol Callejero”.
Sesiones de este tipo, deberían estar
presentes en todas las escuelas de fútbol: “Futbol Callejero” con toda
su salsa (barro, agua, piedras para porterías, paredes, … …), “Futbol Tenis
Callejero” (ya explicado), o cualquier otra variedad que fomenten valores
como el trabajo de grupo, complicidad, camaradería, amor propio y valores. Otra forma de enriquecer el cuerpo
y la mente del futbolista.
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